domingo, 21 de octubre de 2007

2.1.5. Los atractivos del Centro Histórico de Trujillo.

EL ACERVO HISTORICO PATRIMONIAL :
LOS MONUMENTOS Y LOS AMBIENTES MONUMENTALES


El Centro Histórico de Trujillo está formado por un conjunto de 66 manzanas dispuestas en forma de damero regular contenidas dentro de una elipse que sigue la forma de lo que fue la antigua muralla de tierra. y cuyo trazo fue utilizado para la construcción de una avenida, la Avenida España, que circunda la antigua ciudad. De la muralla solamente quedan los restos de algunos bastiones y uno de sus lienzos, y cuyos ámbitos urbanos están considerados como Áreas de Tratamiento Especial. La traza urbana está intacta, como lo están la Plaza Mayor y las plazoletas que se abren en los frentes de sus numerosas iglesias y monasterios. A diferencia de otras ciudades antiguas el espacio central de Trujillo no ha sido tomado por el comercio y
mantiene una atmósfera reposada y tranquila, debido a que las principales edificaciones mantienen el carácter institucional y de residencia. Su arquitectura civil domestica es depositaria de claras evidencias tipológicas con elementos representativos que abarcan desde el S. XVII hasta nuestros días, evidenciando un proceso de acondicionamiento y adaptación de la casa colonial a las nuevas funciones contemporáneas. La mayoría de edificaciones monumentales pertenecen a la tipología de arquitectura civil doméstica (95%), es decir que en su concepción original fueron usadas como residencias, conservando actualmente, en la mayoría de los casos sus características formales, espaciales y constructivas, en cuanto distribución interior, tratamiento de fachadas, galerías, corredores, etc., adaptándose a nuevas funciones contemporáneas.

El Centro Histórico contiene 15 edificaciones religiosas entre iglesias, capillas y monasterios y en los archivos del Instituto Nacional de Cultura están los registros e inventario de 253 edificios considerados por su valor como Monumentos Históricos Nacionales y 62 Ambientes Urbano Monumentales, sujetos a protección y control.

La fundación y la arquitectura del siglo XVII – XVIII
De acuerdo a las ordenanzas dictadas para la fundación de nuevas ciudades, el trazo de Trujillo, fue hecho a cordel teniendo como centro la Plaza Mayor, a partir de la cual se repartían las manzanas urbanas dentro de un modelo reticular, basado en la forma de damero. Cada manzana estaba formada por calles rectas y divididas en tres solares longitudinales (por lo menos las perimetrales a la plaza), que individualmente cubrían un área de 4,000 a 5,000m2. El servicio urbano de agua se estableció en un centro de reparto llamado desde el comienzo “El Estanque” o “Caja” desde la cual salían tres acequias regadoras que alimentaban a la población.
Sin duda existió la influencia de la arquitectura prehispánica en la posterior arquitectura del Virreinato, en términos de una “mixtura” de aportes prehispánicos y europeos, pero sin llegar a trasformar la estructura básica, esencia y naturaleza de esta última. Características en el planteamiento y distribución de las edificaciones, decoraciones de las superficies, tecnologías constructivas con un adecuado manejo de la caña y el barro, el trazo inciso de los diseños sobre enlucidos húmedos (como paso previo a la aplicación de la policromía), así como las características rurales en la posterior arquitectura doméstica, representan algunos de los aportes prehispánicos.
Las casas de los primeros vecinos se construyeron de piedra, reservándose principalmente tal material para las portadas, imponiéndose, ante la escasez de la piedra, el barro y el ladrillo como materiales predominantes en paredes y techos. La extensión y amplitud de los solares, permitió una arquitectura temprana de muchos espacios, incluyendo huertos, jardines, patios circundados con arquerías y caballerizas en la parte posterior. Para las vigas se usaba el mangle o “madera de guayaquil”, mientras que el algarrobo fue utilizado para umbrales, puertas, ventanas y balaustres. El inicial desconocimiento del clima, originó que los techos de las casas se construyeron planos y como tal no soportaron las lluvias de El Niño de 1578, considerado como el primer desastre natural que vivieron los españoles en el norte peruano, y demostrando, según el cronista Reginaldo de Lizárraga, que la arquitectura trujillana no estaba preparada para tal calamidad. Se presume que en la construcción de estas nuevas viviendas se incorporó algunos otros elementos a la arquitectura trujillana, como “balcones saledizos y corridos”, casas sobreelevadas, techos inclinados, entre otros. El sistema constructivo propio constituyó entonces, una respuesta adecuada a las condiciones del medio, que se sustenta
fundamentalmente en el conocimiento del sitio, el manejo de los materiales, las técnicas constructivas y el aprovechamiento de la experiencia indígena prehispánica, adaptándose a los nuevos modelos arquitectónicos y manteniendo una continuidad cultural sostenida.
La preeminencia de la Iglesia se reflejó no sólo en el orden espiritual, sino también en el intelectual y material, traducida en la superior envergadura de la arquitectura religiosa, donde el templo, considerado como la tipología arquitectónica de mayor jerarquía del Virreinato, se mantiene hasta la fecha. Los conjuntos arquitectónicos religiosos se encontraban dentro de la ciudad, ocupando en la mayoría de los casos una manzana entera o en otros áreas mayores, como el caso del Convento Santa Clara La Real. El templo o iglesia, significaba la parte más importante del conjunto, sirviendo de “eslabón” entre el convento y el culto público
(la ciudad). Las plantas de los conventos eran bastantes regulares, estando formados por patios de arquerías o claustros en torno a los que se disponen las salas o habitaciones. Los elementos en los que con mayor fuerza se manifestó la influencia del barroco, estuvieron en el interior del templo: en los retablos, púlpitos y altares, siendo una de las características específicamente trujillana la sobria dignidad exterior y una magnífica amplitud y fastuosidad en el interior.
Tal como lo cita Wethey H., (1949) 10 Harold Wetley, Colonial Architecture and Sculpture in Perú, 1949., lo mejor de Trujillo se halla en sus retablos y en su arquitectura doméstica, considerándose a Trujillo como uno de los centros rectores en la producción de retablos (siglos XVII y XVIII), donde el neoclásico produjo pocas transformaciones, a diferencia de Lima. La obra maestra de la escuela trujillana es el altar de La Catedral, el cual se alza exento, como una cortina al extremo de una perspectiva, en dos pisos con arcos abiertos, con las estatuas silueteadas contra la luz del día del fondo. Otras expresiones del barroco son las portadas de La Iglesia de El Carmen, la Iglesia de Huamán, La Casa Aranda.

El necesario uso del color y la importante presencia de pintura mural, tanto en el exterior como interior, representa una de las características significativas de la arquitectura trujillana, describiendo en la superposición de los estratos murales las diferentes influencias estilísticas, así como el continuo proceso de ocupación y uso de las edificaciones. Trazos en lacería mudéjar, portadas policromadas y pinturas alegóricas en muros y arcos, podrían constituir algunas muestras representativas. (Casa Aranda, Casa Ganoza Chopitea, Garci Holguin, Casa Airaldi ).

La Muralla (1687)
La muralla que circundó la ciudad significó un hito importante que fijó los límites de su expansión y sus portadas marcaron los ejes más importantes del crecimiento de la ciudad. De carácter defensiva y traza renacentista, alcanzó un perímetro de 5.5. kilómetros y se componía de 15 baluartes, 15 cortinas y 5 portadas. La portada de Huamán orientada hacia el Oeste se abría hacia el camino al pueblo de indios del mismo nombre; la portada de Mansiche era el acceso de las personas que venían desde el norte por el camino real; la portada de Miraflores se abría hacia el norte con dirección al barrio de San Esteban; la portada de la Sierra, llamada así por el camino que conducía hacia esa región y, la portada de Moche era el acceso de las
personas que venían desde el sur. De la muralla sólo quedan los restos de algunos bastiones y uno de sus lienzos, y cuyos ámbitos urbanos están considerados como Áreas de Tratamiento Especial.

La Casa Trujillana del XIX
Durante el siglo XIX, coexistió al lado de lo nuevo (moderno) una tendencia bastante marcada a la permanencia de la herencia colonial, que se refleja principalmente en la arquitectura de la casa, con la supervivencia de algunos tipos arquitectónicos característicos del Virreinato y en la mayoría de los métodos constructivos. Un considerable número de casas son realmente casas coloniales refaccionadas, acondicionadas o ampliadas; en las que los elementos arquitectónicos como balcones, puertas, ventanas, galerías y rejas son republicanos, colocados sobre muros y techos de origen colonial. Desde su fundación, la ciudad constituyó una propuesta de “ciudad plana” de un solo piso, como respuesta a la eventualidad de las fuerzas destructivas de los sismos. Aún así en el siglo XIX existe una marcada tendencia por la ampliación de la casa, con la construcción de un segundo nivel en las crujías de fachadas o sobre las principales habitaciones al interior de la casa, empleando la ligera quincha nativa por sus características de elasticidad frente a los sismos. Bajo los principios de conservación, tradición y continuidad se generaliza un estilo más austero, más académico: el neoclásico, simplificando la composición de las fachadas externas e internas, por el gusto clásico imperante. Así, puede encontrarse en Trujillo, ejemplos de adaptación de la decoración clasicista del período 1820-1870, al tipo colonial de la casa. Algunos testimonios de patios republicanos se encuentra en la Casa Urquiaga Calonge, Casa de la Emancipación, Palacio Iturregui.

Investigaciones realizadas consideran que durante el segundo tercio del siglo XIX, se realizan importantes innovaciones en cuanto la distribución y estética de la casa republicana. En cuanto a la distribución surge íntegramente el segundo patio en cuyo centro generalmente se coloca una pila de agua rodeada de pequeños jardines, y hacia el fondo, frente a la “cuadra”, aparece el comedor, que servirá de intermedio entre el segundo patio y el jardín huerta. El oratorio es más reducido y cambia de lugar, ubicándose al lado derecho del salón principal (desde el cual se accede con importante portada) Casa Urquiaga o Madalengoitia. Así también el primer patio o principal se reduce al construirse habitaciones en el lado libre que antes existía por la zona del callejón de servicio, estableciéndose el corredor en forma de “U” y pasando el corredor de servicio a un nivel sobreelevado. En la fachada, las portadas se reconstruyen con columnas o pilastras, se amplía las dimensiones de la puerta y ventanas, así como se cambia la ubicación de estas últimas. Elemento característico de esta época es la colocación de rejas de hierro forjado con notables expresiones en el manejo de la forma y composición, formando parte de la fachada. Los balcones de cajón con celosías dan paso a nuevos balcones con panflones y vidrios, abriéndose cada vez hacia el exterior, surgiendo posteriormente los balcones de antepecho. En el último tercio del siglo XIX, las fachadas se cubren con zócalos y ornamentación de madera aún en las portadas, y se pintan escenas y paisajes europeos enmarcados en los muros de patios, corredores y zaguanes.


El siglo XXLa muralla empieza a destruirse parcialmente, a partir de 1872, cuando se dio paso a la primera línea férrea a través de la destrucción de la Portada de la Sierra. A partir de entonces la necesidad de expansión física, crecimiento de la migración e intereses económicos originaron que hacia 1940 el antiguo límite de la ciudad fuera demolido casi en su integridad para abrir paso al “progreso”, y la ciudad había desbordado ya sus antiguos límites. El período de 1920 y 1945 significó en la construcción, la generalización del concreto armado, que asociado con el ladrillo, se convirtió en el material básico de la arquitectura y donde tuvieron un papel relevante las compañías norteamericanas. Se vinculan a este período obras concebidas dentro de las tendencias del neocolonial, donde se tomaron motivos tomados de la arquitectura colonial en lugar de las formas clásicas de aquel entonces. Son claros ejemplos de ésta época la construcción del Palacio Arzobispal, la Beneficencia Pública de Trujillo, entre otros. Estas corrientes historicistas comenzaron a perder fuerza después de 1945, mientras que paralela y gradualmente se afirmada lo moderno. (García Bryce, 1980)


Fuente: Plan de Desarrollo del Centro Histórico de Trujillo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo..me sirvió de mucho, ya que estudio Turismo en la Universidad Nacional de Trujillo y tendré una exposición de la arquitectura e historia, justamente de la casa colonial Garci Holguin...Gracias